miércoles, 24 de agosto de 2011

TOMAS UNGER


Tomás Unger, nació en 1930, en Cracovia, Polonia. Casado con Leonor Salazar, tiene 4 hijos y 7 nietos. Estudió primaria y media en el Colegio Champagnat de Miraflores, luego Ingeniería, en Oregon, (EE.UU.) y se graduó en la Escuela Nacional de Ingenieros en 1953. Además de su profesión, desde 1956 se ha dedicado a escribir en diversos periódicos sobre temas de automovilismo, ciencia, y la columna Crónicas Hepáticas. Por sus artículos de divulgación científica ha recibido varios premios internacionales.
Ha conducido programas de televisión y publicado los siguientes libros: Petróleo Hora Cero, Crónicas Miraflorinas, 5 tomos de Ventana a la Ciencia, Pilas y Baterías: De la Rana al Reloj Digital, Temas de Ciencia, El Lenguaje
de las Drogas, Crónicas Hepáticas, El Automóvil, El Rescate de un Siglo, La Colección Nicolini y Nueva Ventana a la Ciencia. Es Director de la revista Automás.


Entrevistas
Tomás Unger
Peru Economico -Diciembre del 2007

“Los próximos 25 años serán los de la biología molecular, que tendrá impacto en la curación de enfermedades”
Ciencia, autos, aviones, y calentamiento global son algunos de los temas a donde su curiosidad lo ha llevado. No confía en los blogs pero sí en Wikipedia, Tomás Unger, a sus 77 años, más fresco que nunca, conversó con Perú Económico de todas sus facetas e intereses. ¿Dónde nació usted?
En Cracovia, la ciudad del Papa, en 1930. Mis padres eran polacos pero nacieron austriacos: en 1902 esa parte de Polonia era parte del imperio Austro-Húngaro. Ellos eran bilingües, se salía del colegio hablando perfectamente alemán y polaco. Además, les enseñaban latín, griego, y francés, que era el segundo idioma, como lo es el inglés hoy en día.


¿Y a qué edad vino al Perú?

A finales del 37. Mi padre era director de Braun Boveri, la firma suiza, en Polonia, y lo enviaron al Perú para tomar parte en el proyecto del Santa, que luego fue la hidroeléctrica del Cañón del Pato, y la Siderúrgica de Chimbote. Mi padre tenía también el proyecto del carbón, pues en Polonia había mucha experiencia con carbón y acero.
Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, mi padre se quedó en el Perú y el gobierno polaco en el exilio lo hizo Cónsul Honorario. También lo llamaron de la Escuela Nacional de Ingenieros (ENI) para profesor, trabajó de consultor, y también trabajó con los suizos de las empresas eléctricas. Cuando murió, acababa de dejar el decanato de la Facultad de Mecánica y Electricidad de la UNI, que por entonces ya era universidad.
Mi madre se hizo cargo de la Cruz Roja Polaca… en fin, todas esas cosas que había durante la guerra. Ella se había doctorado en química en la Universidad de Padua, en Italia. Llegó al Perú y comenzó a trabajar en los laboratorios ABF, Antigua Botica Francesa. Luego, como sabía alemán, la llamaron para enseñar en el colegio Santa Úrsula.
Mi padre murió en 1957 en un accidente de automóvil, a los 54 años de edad, y mi madre murió en 1978, a los 76 años.


¿Sus padres regresaron a Europa?

Mi padre no llegó a ir a Europa, pero mi madre sí fue un par de veces a Polonia a ver a su familia. Un día antes de su tercer viaje, se acostó con el pasaje para ir a Polonia y murió en la noche. Yo no tengo hermanos, pero mi madre se preocupó de que yo hablara y escribiera polaco. Cuando fui a la universidad en Estados Unidos yo le escribía en polaco y ella me devolvía las cartas corregidas. Hizo un gran esfuerzo para que yo hablara bien polaco y otros idiomas.


¿Qué recuerdos tiene de la Lima de cuando llegó?

Yo tenía 7 años. Era una linda ciudad, bueno, chica comparada a Varsovia de donde veníamos nosotros. En ese entonces debe haber tenido unos 300 mil habitantes. Limpia, estaba llena de jardines preciosos, y con un excelente servicio de tranvías, de buses. Era muy segura, había policías, los llamaban huayruros porque tenían sus capas de azul muy oscuro y rojo. En Miraflores había acequias, el inspector iba en un caballo de paso con sombrero… era otro mundo. Hace años publiqué un libro, Crónicas miraflorinas, ahí están las historias de esa época.
Los años de guerra en Europa fueron años de mucha tranquilidad acá. Muy triste para mis padres con todas las noticias. Mi padre tenía siete hermanos, de los cuales murieron cinco en guerras, dos en la guerra con los rusos de 1919, en cual también peleó mi padre; una hermana en la Primera Guerra Mundial y dos hermanos en la segunda.


¿Y en qué momento se llegó a sentir peruano?

Desde el colegio. Mis amigos, mi ambiente, Miraflores, qué sé yo, la playa, mi casa, todo. Además, mi padre quería mucho al Perú, enseñaba en la universidad y los estudiantes venían a la casa. Mi mamá tenía muchas amigas también.
Yo crecí acá, viajé mucho por el Perú porque cuando era estudiante ya tenía brevete. Mi padre era socio de una fábrica que hacía maquinaria de minas y había que llevar repuestos, ver planos, etcétera. Conocí minas como Venturosa, para llegar se pasaba los 5,200 metros, San Pedro de Esquilache, Caudalosa, arriba de Castrovirreyna. Conocí también el Marañón. He conocido buena parte del Perú por carretera. Bueno, hasta donde llegaban las carreteras, que en esa época eran bastante malas.
Hice toda mi primaria y media en el Champagnat. Terminé el colegio y me metí en la marina mercante, estuve unos meses ahí de pilotín, porque en esa época no había escuela de marina mercante. Yo quería ser ingeniero naval. Le dije a mi padre que quería entrar a la marina mercante, pero todos sus amigos le decían que era una barbaridad. Pero, bueno, mi padre consideraba que el Perú era el país más seguro y agradable del mundo. No sé qué gestión hizo y entré a la marina mercante cuando tenía 16 años. Cuando terminé el colegio me fui a Estados Unidos a estudiar y ahí fue la primera plata importante que gané en mi vida. Me fui trabajando en un barco noruego y me ahorré ese pasaje. Llegué a Estados Unidos con más de $200 en el bolsillo, que era un montón de plata. Te estoy hablando de 1947. Estuve un par de años en Estados Unidos y regresé.


¿Qué estudió en Estados Unidos?

Ingeniería mecánica, pero cuando regresé al Perú entré a la Escuela Nacional de Ingenieros y mi padre me hizo empezar en el primer año. Dijo que lo que me habían enseñado debía completarse porque acá los cursos eran más exigentes. Hice los cinco años en la ENI y me gradué de arquitecto. Pero había estudiado ingeniería mecánica, además mi padre siempre me enseñaba mecánica, termodinámica, y otras cosas más.
Más adelante, como me gustaba la mecánica, me metí más en el tema de los autos. En 1956 me presenté a un concurso de radio sobre autos por 64,000 soles, y gané. Ese mismo año, en diciembre, en una reunión de la Sociedad de Arquitectos, Félix Rizo Patrón, hermano de Carlos, quien estaba reemplazando a Beltrán como director de La Prensa, me sugirió hacer una página de autos. Así, en 1956 nace la página de autos que continúa hasta la toma de los diarios en la época de Velasco.


¿En ese momento nace su afición por los autos?

No, la afición ya la tenía. Mi generación es la generación del auto. Cuando nosotros éramos chicos el auto era todo, el avión era un sueño. Manejar un auto era lo máximo a lo que un muchacho podía aspirar.


¿Nunca se le pasó por la cabeza regresarse a Polonia?

No, ni hablar. Polonia era un país comunista en esa época, era parte del imperio soviético.
Yo fui a Polonia, porque en el primer gobierno de Belaunde, la Junta de Obras Públicas hizo una licitación internacional para comprar cemento que ganó una empresa panameña, pero resulta que el cemento era polaco, y cuando llegó hubo muchos problemas con los sacos que se rompían. En ese entonces no había relaciones diplomáticas con Polonia. Además, los americanos prohibieron al Perú que peruanos viajen a Polonia. Si tenías en el pasaporte una visa polaca no podías entrar a Estados Unidos. Entonces Belaunde decidió mandarme. Él había sido mi profesor y amigo de mi papá.


¿Fue a Polonia por primera vez desde 1937?

Sí, pero fui vía Suecia y Finlandia. Para que no me pongan la visa en el pasaporte fui a Estocolmo, y ahí me pusieron la visa en un papel fuera del pasaporte y de ahí fui por Helsinki a Polonia. Conversé con mucha gente del Ministerio de Relaciones Exteriores y traje el mensaje de los polacos, que querían establecer relaciones comerciales con el Perú.
Me dieron una gran garrafa de cristal con Vodka de regalo para el Presidente Belaunde. Más adelante vino un representante comercial de Polonia y se establecieron las relaciones comerciales, mas no diplomáticas. Así que yo me enorgullezco de eso, porque hice algo para restablecer las relaciones. El problema del cemento se resolvió muy fácilmente.
Después, como yo había trabajado con el BID en administrar un préstamo grande que hizo al Perú para la zona afectada por el terremoto de 1970, el BID me contrató para la misma tarea en 1976 cuando fue el terremoto de Guatemala. Acepté porque acá la cosa se hacía insoportable con el cierre de los periódicos. De ahí me cambian a México y posteriormente me proponen Washington, pero en ese momento hay elecciones en el Perú y decidí regresar. Te estoy hablando de 1980.


¿Qué edad tenía cuando conoció a quien hoy es su esposa?

Cuando la conocí en la universidad teníamos, más o menos 20 años, y nos casamos a los 27 años. Este año hemos cumplido 50 años de casados, medio siglo de casados.
Después que nos conocimos ella se fue a estudiar a Estados Unidos, cuando regresó nos casamos. Ya tengo un nieto que se graduó de la universidad. Mi hija se casó joven, vive en Estados Unidos.


¿Cuándo empezó su interés por el periodismo científico?

Comencé a escribir algunas cosas en La Prensa en 1957, en el suplemento Siete Días que manejaba Elsa Arana. Yo tenía mi página de autos todos los lunes y cuando me pedían para la página editorial o para el suplemento Siete Días hacía artículos sobre diversos temas. La columna de Crónicas Hepáticas, nació en Correo luego pasó a La Prensa.
Cuando devolvieron los periódicos, me llamó Alejandro Miró-Quesada, de El Comercio. Quería hacer dos páginas, una de autos y otra de ciencias, y me pidió que yo las haga. Más tarde, El Comercio decide dejar de hacer la página de autos y hacer la revista Ruedas & Tuercas. Nosotros hicimos con mi hijo la revista Automás.


¿Cómo le va a esta revista?

Bien, me parece que bien, porque el que maneja esto es mi hijo Miguel. Pero actualmente, además de mis artículos y cartas en Automás trabajo en consultoría y estoy en la Sala de Propiedad Intelectual de Indecopi donde veo temas de patentes, marcas. Ahí me ayudan mucho los idiomas, porque he tenido la suerte desde chico prácticamente bilingüe.
Mi madre me enseñó también italiano y algo de latín y griego, que sirve mucho para las ciencias, para todos los términos científicos. Inglés también, además la mayoría de las cosas ahora se trabajan en inglés, y con Internet es el idioma universal.


Mucha gente piensa que usted es científico

No, yo no soy científico. Tengo, sí, conocimientos por mi formación; me gusta.


¿Ha conocido científicos peruanos que le hayan impresionado?

Bueno, en el Perú hay investigadores científicos, está Ronny Woodman, Alberto Cazorla, Raúl León Barúa, Humberto Guerra, Patty Herrera, gente como Walter Alva, Federico Kaufmann Doig, Duccio Bonavía, hay más, éstos son sólo algunos.


¿Cuál cree que han sido los tres grandes cambios tecnológicos que se han producido durante los últimos 25 años?

Comunicaciones y tecnología de la información. La digitalización, el transistor, que hacen posible la computadora y después Internet. En el otro campo está el código genético y la biología molecular. Yo creo que así como los últimos 25 años del siglo pasado fueron de las comunicaciones, estos 25 años que se vienen serán los de biología molecular, que tendrá impacto en la curación de enfermedades. Ya están modificando plantas para mejores rendimientos. Eventualmente encontrarán una manera para “secuestrar” CO2 y disminuir el calentamiento. La biología se está yendo por el lado de la modificación de las moléculas.


¿Le gusta la música? ¿Algo en particular?

Mucho. Me gusta el barroco, me gusta Bach, Vivaldi, Mozart, el flamenco y el jazz. Si nos guiamos por los discos que tengo, el mayor porcentaje son tres clases de música: clásica, principalmente barroca, folklórica, principalmente flamenco y jazz.


¿Cómo guarda su música? ¿En computadora, en discos?

En discos, yo no compro nada por Internet, pero cuando estuvo aquí mi yerno me compró en iTunes. Mi primera computadora fue Apple, nunca he tenido otra. Tuve la suerte de que cuando recién llegaron las computadoras me conseguí una Apple mediante el apoyo del Concytec. Estoy hablando de hace más de 20 años. Además tengo un iPod.


¿Navega con frecuencia en Internet?

Sí. Los idiomas me ayudan mucho, el polaco, el alemán, el francés. Utilizo Internet para cruzar información, conseguir datos. Comienzo por Wikipedia y los links que brinda; de ahí salto a otro idioma, por ejemplo, la mejor información de autos está en alemán. Wikipedia alemana tiene unos artículos de un nivel científico tremendo.


¿Confía usted en la información?

La chequeo, pero en un momento dado uno no puede confiar en nada, excepto en su propio criterio.
A los blogs les tengo una desconfianza tremenda. Por ejemplo, la campaña constante para minar la credibilidad del calentamiento global que han hecho las empresas que se interesan en que eso no prospere. Como tienen montones de plata crean entidades aparentemente autónomas que hacen lobby.


La problemática del calentamiento global, ¿qué tan legítima es en el Perú?

Aquí, no tanto por lo que hacemos, sino por lo que nos va a pasar. Los glaciares son la principal preocupación porque alimentan de agua a la costa. Toda el agua que va a dar a la vertiente del Pacífico proviene de nieves que se acumulan en la cordillera, y cuando los glaciares se derritan van a llenar las lagunas, van a romper las lagunas y vendrá un montón de agua… pero después faltará. En algunos sitios ya está faltando. En Bolivia, por ejemplo, algunos glaciares ya han desaparecido totalmente, más rápido de lo que lo había previsto el IPCC (Intergovermental Panel on Climate Change).


¿Cómo ve al Perú en 20 años?

Bueno, en 20 años yo ya no voy a estar. Creo que depende de lo que haga tu generación, el futuro no está escrito, se hace con lo que hace la gente hoy.
Ahora las nuevas generaciones son más conscientes de los grandes problemas. Mi generación no era consciente de los problemas grandes, pero ahora es inevitable. Internet, la televisión hacen que no se pueda ignorar lo que pasa en el mundo.


¿Qué lee?

Te vas a reír, pero leo revistas como Science, Air & Space, Deutsche Forschung, entre otras a las cuales estoy suscrito.Revistas de ciencia, autos, aviación… me gusta mucho la aviación. En una época, cuando terminé de estudiar, me fui a Cañete a trabajar en una empresa de fumigación aérea, y me enseñaban a volar. Volaba esos avioncitos chiquitos que no tenían radio.


¿Cree en Dios?

Me parece que tiene que existir. Lo que pasa es que no se parece en nada a lo que nos han enseñado. Mira, en esta galaxia hay unos 200 mil millones de estrellas, pongamos que el 1 por ciento tengan planetas, y que de esos 1 por ciento tenga condiciones similares a la Tierra, y de esos 1 por ciento por ciento tenga agua, y de esos 1 por ciento tenga las condiciones parecidas a la Tierra… ya son 20 mil. Pero pongamos que aún si así no hay vida en nuestra galaxia… pero aquí nomás hay cien millones de galaxias. Creer que somos los únicos seres inteligentes y que somos los únicos de quienes Dios se preocupa es la soberbia más absoluta.


¿Va a misa?

Yo ya me jubilé. Hice 10 años de colegio de curas. No nos daban las notas si no íbamos a misa. Hasta me sé la misa en latín.


¿Hay algo en su vida que le gustaría haber hecho y que no lo hizo?

Me hubiera gustado aprender a volar aviones. Me hubiese gustado conocer el noroeste de Australia. En el Perú hay dos ciudades que no conozco, Cajamarca y Ayacucho, una vergüenza. He andado por sitios muy raros; sin embargo nunca estuve en esas dos ciudades. Allí sí espero ir antes de morirme. También tuve la oportunidad de trabajar con Pinin Farina, quien me ofreció un trabajo para diseñar automóviles… me hubiera gustado diseñar un auto. Pero uno no puede hacer más de lo que ya ha hecho.


¿Qué planes tienes para los próximos años?

Poder viajar un poco más, si es que me alcanza el tiempo. Ir a Canadá a ver a mi nieta, la menorcita. Volver a Europa... No conozco Praga, Atenas… Budapest. Me gustaría volver a muchos sitios a los que fui a hace muchos años, como Ronda en España, Positano en Italia, aunque ya no debe ser igual, como está el turismo en Europa.












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En 1956 Tomás Unger, llegó a la final del concurso Helene Curtis pregunta por 64 mil soles, que Radio Panamericana transmitía en vivo desde el cine Venecia. El maestro de ceremonias era el recordado Pablo de Madalengoitia. Unger participó con el tema “El automóvil”

La cita era todos los sábados a las 8 de la noche. A medida que las preguntas se hacían más difíciles y Unger acertaba, crecía la bolsa y el interés del público. El programa gozaba de gran sintonía y el apuesto ingeniero —de 26, soltero— cautivó a la audiencia.

Faltaba sólo una pregunta para llegar a la cifra tope, de valor equivalente entonces a una pequeña casa en Miraflores, cuando Unger decidió detenerse en 32 mil soles.

Además del efectivo recibió un MG rojo, neumáticos y lubricantes, cerveza para un año, una refrigeradora para guardarla y, por supuesto, una radio.

Poco después, Félix Rizo Patrón lo convenció para que escribiera una página semanal de automovilismo en La Prensa.

Tomás fue y sigue siendo el primero de los periodistas del motor en el Perú. Este decanato le ha significado privilegios. Conoció a Enzo Ferrari en Maranello, almorzó con él y con Vittorio Jano y Giovanni Canestrini, gran periodista y cofundador de las competencias Mille Miglia.

En Alemania conoció a Ferry Porsche, Alfred Neubauer y Rudolf Uhlenhaut, diseñador de las Flechas de Plata de Mercedes-Benz. Cultivó la amistad del famosos diseñador Pininfarina padre, que al ver sus bocetos le ofreció trabajo. Probó autos como copiloto de Karl Kling, Jackie Stewart y Juan Manuel Fangio.

Recientemente visitó Alemania y Audi le ofreció un automóvil, «alguno que no haya probado». Tomás pidió la camioneta RS4 V6 biturbo de 380 hp, tracción integral, 0 a 100 km/h en 4 segundos y una máxima limitada (a Dios gracias) en 250 km/h. «Tú sabes, en Alemania la gente maneja muy bien y las autopistas no tienen límite de velocidad. Claro, con la máxima de 250 te pasas la mayor parte del tiempo en el carril del centro. La próxima vez me pido un Porsche GT2. Ese camina a 325 km/h...» No lo dudamos.

Tomás pasa rápidamente de la curiosidad al entusiasmo y, en ocasiones, del entusiasmo a un fanatismo contagioso.

El automóvil pertenece a esta segunda categoría. Lo cautivó hace más de 60 años y todavía no lo suelta: la tecnología, los personajes —geniales, pintorescos y valientes— el diseño, los viajes.

La pluma de Tomás nos ha dado algunas de las crónicas más sabrosas de cuantas se han escrito sobre el automóvil en cualquier revista o periódico del mundo y en cualquier idioma.